Hugo se mueve inquieto en el sillón, con movimientos rápidos palpa sus bolsillos a través de la americana pasando la vista sobre Juan Manuel de soslayo con cara de preocupación.
Hugo: -Vaya, no lo entiendo, no encuentro las llaves del coche, creo que las he dejado puestas.
Se levanta palpando ahora los bolsillos a ambos lados del pantalón de su traje gris marengo. Del bolsillo izquierdo saca las llaves del coche y, las muestra, triunfante. Con una mueca de alivio mira al frente, luego vuelve a sentarse. Se coloca en el asiento, desabrocha el botón de la americana, se echa hacia delante apoyando ambos antebrazos sobre la mesa y situándose frente al coach con mirada inquietante.
Hugo: Bien, ¿de qué hablábamos?
El Coach permanece sentado durante esos momentos, mirando los movimientos de Hugo con normalidad, percibiendo su inquietud al no localizar sus llaves y pensando en soluciones rápidas ante aquel escenario.
Juan Manuel: Me alegra que las hayas localizado. Te contaría las veces que me ha pasado algo similar.
El coach sonríe y continúa.
Juan Manuel: Te había preguntado cómo estabas, Hugo.
En ese momento el teléfono de Hugo comienza a vibrar sobre la mesa.
Hugo: Lo siento, pero tengo que cogerlo, discúlpame un momento.
Exaltado contesta al teléfono. Sus palabras parecen cordiales pero su tono de voz intranquilo y nervioso deja entrever tensión en la conversación. Tras colgar el teléfono se sienta y me mira, con cara de desesperanza.
Juan Manuel: ¿Te apetece contarme qué es lo que está sucediendo?
Hugo: Lo cierto es que prefiero no hablar de ello.
El coach se queda pensativo, unos momentos, eligiendo la siguiente pregunta con tacto.
Juan Manuel: Muy bien Hugo. ¿Quieres decirme cómo te encuentras?
Hugo: Tú ¿cómo me ves?
Juan Manuel: ¿Quieres que yo te diga lo que estoy viendo?
Hugo: Creo que para mí sería de gran ayuda, ya que estamos.
Juan Manuel: Sabes que mi visión en parte está condicionada por las anteriores conversaciones mantenidas. No parto de cero al comentarte lo que veo.
Hugo: Soy consciente. Adelante, dame feedback sin rodeos.
El coach invierte unos momentos en realizar unas anotaciones para trasladar su feedback de forma ordenada.
Juan Manuel: Te veo sobrecargado de tensión. Tus hombros están encogidos como en actitud defensiva, como si estuvieras en un ring de boxeo. Tus movimientos son rápidos e impulsivos mostrando cierta agresividad en algunos gestos, como el ceño fruncido al contestar al teléfono.
El coach hace un silencio para ver la reacción de Hugo. Él asiente con la mirada, aprieta los labios.
Juan Manuel: ¿Quieres que continúe?
Hugo: ¿Todavía hay algo más?
Juan Manuel: Si.
Hugo: Lo soportaré.
Juan Manuel: Tus manos y brazos no han parado de moverse. Mientras me escuchas, mantienes la mandíbula fuertemente presionada. En tu conversación telefónica la expresión ha sido rápida y el tiempo utilizado para escuchar a la otra persona muy breve.
Hugo se queda pensativo mirando a Juan Manuel.
Juan Manuel: ¿Eres consciente de ello?
Hugo: No sabes hasta qué punto me ha parecido darme cuenta de ello mientras me estabas describiendo.
Juan Manuel: ¿Qué has sentido cuando estaba realizando la descripción?
Hugo se mantiene en silencio. Con la mano derecha acaricia su ceja permaneciendo de éste modo un lapso de tiempo.
Hugo: He sentido rabia porque me he sentido vulnerable y… quizá, en cierto modo, miedo.
Juan Manuel: ¿Cuál es la razón por la que crees que te has sentido así?
Hugo: No me gusta saber que los demás ven lo que yo quiero ocultar.
Juan Manuel: ¿Y qué es lo que estás ocultando a los demás?
Hugo: Bueno, no lo oculto pero no quiero mostrarlo.
Juan Manuel: ¿Qué es lo que no quieres mostrar?
Hugo: No quiero mostrar que no me encuentro bien. No quiero que los demás sepan que estoy tensionado.
Juan Manuel: ¿Sabes por qué estás así?
Hugo: Bueno… la situación de la empresa, mi familia, mis hijos… No consigo pegar ojo.
Juan Manuel: ¿Desde hace cuánto tiempo?
Hugo: No lo sé, ya ni me acuerdo.
Juan Manuel: ¿Crees que esto es realmente importante para ti?
Hugo: Creo que ahora es lo más importante para mí.
Juan Manuel: ¿Cómo llamarías a ésta situación que no te deja pegar ojo?
Hugo: ¿Estrés?
Juan Manuel: ¿Crees que sufres de estrés?
Hugo: Creo que la situación que vivo me produce estrés.
Juan Manuel: Concretamente qué es lo que te produce estrés.
Hugo: Los viajes, los cambios en la empresa, la incertidumbre, mi equipo, el clima laboral, mis proyectos… también los problemas en mi familia, la situación económica de la empresa…
Juan Manuel: Si pudieras hacerlo, sin restricciones ni consecuencias, ¿qué es lo que cambiarías?
Hugo: Uhmmm. Bueno, creo que los viajes me estresan porque no duermo, porque, por otra parte me gusta mucho viajar. No cambiaría los viajes. Y… la empresa vende tecnología punta, está en continuo crecimiento, es líder en el mercado, eso también me gusta. No lo cambiaría.
Juan Manuel: Decías que te estresan (mira sus anotaciones) los cambios en la empresa, la incertidumbre, el equipo, el clima laboral, tus proyectos…
Hugo: Bueno, me gustan los cambios, me supone vivir en un reto constante aunque reconozco que me canso… pero creo que es porque no soy capaz de dormir. La incertidumbre deriva de los cambios y eso me gusta. Creo que con eso siempre hay que vivir.
Juan Manuel: ¿Dirías que son entonces tus proyectos los que te estresan?
Hugo: Mi proyecto de crecimiento me gusta, me reta pero me gusta, no lo cambiaría. De hecho… yo lo elegí.
Se hace en la conversación un profundo silencio.
Hugo: No sé qué decir, porque quiero a mi familia y no creo que me estresen, más bien, me ayudan y apoyan.
Juan Manuel: ¿Qué es lo que crees que te estresa entonces?
Hugo: Puede que sea yo mismo. Me gusta mi trabajo y esto lo llevo al límite. Me gusta mi familia y quiero estar en todo pero veo que no puedo… Creo que eso es lo que me estresa, querer estar a todo y no llegar a ello.
Juan Manuel: En éste papel, A, indica tu agenda semanal ordinaria. Y en éste otro, B, indica lo que te gustaría.
Hugo comenzó con el papel A, que conocía bien, señalando una semana ordinaria, los viajes, las reuniones, las llamadas, la revisión de correos, el trabajo de preparación de proyectos, etc.
Cuando tomó el papel B para indicar la agenda semanal que le gustaría se tornó indeciso, luego en letras grandes apunto en cada una de los días de la semana “dormir”.
Hugo: Creo que lo que me gustaría ahora mismo si no tuviera restricciones sería descansar y dormir. Creo que mi cuerpo realmente lo necesita pero, por otra parte, creo que no soy capaz de conciliar el sueño por la cantidad de cosas que tengo que hacer y que quiero hacer.
Juan Manuel: ¿Qué crees que podría ayudarte a conciliar el sueño?
Hugo se quedó pensativo.
Hugo: Todos los días, cuando llego a casa o al hotel, me quedo en el sofá tumbado o en la cama del hotel y me duermo media hora o una hora de siesta. Es una costumbre que adquirí con tantos viajes y cambios horarios. Antes, esto no me afectaba para luego quedarme dormido de nuevo, pero al hablarlo contigo… tan sencillo… creo que ahora me desvela toda la noche. Además está el hecho de que tomo un café tras la siesta para poder trabajar un poco por la tarde.
Juan Manuel: ¿Crees que dejar de dormir esa siesta te ayudaría a conciliar el sueño?
Hugo: Claramente.
Juan Manuel: Durante nuestra conversación inicial fijaste como objetivo la gestión de tu agenda y la organización de tu tiempo en la empresa. Para lo anterior, iniciaste un proceso de optimización de tiempos a través del aprovechamiento de lo que llamaste “momentos perdidos”. Según me dijiste en el correo que me enviaste el pasado jueves, la utilización de esos “momentos perdidos” te sirvió para preparar dos reuniones, ir a una reunión de padres en el colegio de tus hijos, y comer con un contacto al que hacía tiempo que no veías.
En nuestra conversación de hoy verbalizas la situación de estrés por la que estás pasando derivada de tu falta de sueño. ¿Qué acciones vas a seguir entre ésta y la próxima sesión para conseguir tus propósitos?