Relatos de Coaching

Capítulo 8. Foco en el Proyecto

El despertador de mi móvil sonaba ya por tercera vez, siempre ponía tres alarmas con una separación entre ellas de cinco minutos. Sabía que si de ésta no me levantaba, iba a quedarme definitivamente pegado a las sábanas. 

Lo apagué y me dirigí pausadamente al cuarto de baño. Al mirarme al espejo y comprobar la hinchazón de mi cara somnolienta comencé a lavármela con agua bien fría. Una ducha y un par de cafés me despejarían definitivamente. Pensé en acercarme a la cafetería de Naira pero no tenía tiempo para eso. Tomaría café en la cafetería del hotel.

Cuando bajaba en el ascensor, comenzaron a agolparse en mi mente sentimientos contradictorios de cariño y de rencor. Por un lado quería justificar lo que calificaba como injustificable conducta de Sofía, por otro, quería no volver a saber nada de ella. “¿Cómo podía haber estado saliendo con Lolo? ¿Cuánto tiempo llevarían juntos? ¿Por qué? Ella siempre dice que sólo tiene tiempo para el trabajo. Claro, la distancia. Pero Lolo vivía también en Madrid. ¿Por qué estaba saliendo con él? ¿Cuándo le veía? ¿Realmente estaría saliendo con él? ¿Y si todo eran imaginaciones mías? ¿Por qué me dijo que no pasaba nada si le veía?. Eso es que le había visto.” Algo no me cuadraba, si Lolo estaba trabajando en Madrid y ella en Lisboa, entre semana era imposible que estuvieran juntos mucho tiempo. A no ser que él volase para verla entre semana. Y los fines de semana, salvo alguno que Sofía se había tenido que quedar trabajando en Lisboa, estábamos juntos con Pablo.

Sentía culpabilidad y remordimiento por Pablo, “bueno, si nos separamos, no creo que sufra mucho, al fin y al cabo sólo nos ve los fines de semana y estamos la mitad del tiempo discutiendo”. Eso me consolaba, pero no apagaba la pena que sentía cuando pensaba en él y en la situación que habíamos creado.

Entonces comencé  a sentirme ridículo por no haberme quedado a aclarar el asunto el día antes con Sofía. “A lo mejor tenía que haberle preguntado, a lo mejor no estaba saliendo con él, realmente no me dijo que estuvieran juntos, pero ¿por qué no me había dicho que le veía y que se mantenía en contacto con él? ¿Por qué me lo ha ocultado todo éste tiempo? Sí, quizá fuera porque no vería con buenos ojos esa relación de amistad. ¿Sería una relación de amistad? Pero ¿por qué no parecía afectada con su fallecimiento? Creo que necesito hablar de esto con ella”.

Quise llamar a Sofía para preguntarle y retuve el teléfono entre mis manos, pero determiné esperar a que avanzase la mañana. “¿Qué iba a decirle? ¿Qué iba a preguntarle?”. Tendría que pensarlo para que no fuera una conversación sin resultados.

Una vez sentado en la cafetería del hotel, comencé a sorber mi café y recordé  a Naira, y cómo había cambiado con el paso del tiempo. Recordé a aquella chica de negro pelo fosco y largo, desgarbada y alegre que tenía siempre respuestas para todas las cosas, y también una imaginación desbordante. Recordé el día que fuimos con Óscar en busca de un tesoro y acabamos en casa de Naira tomando los sabrosos Bienmesabes que hacía su abuela. Añoré el calor, el sol, la luz de aquellos días, y miré por la ventana comprobando que ese iba a ser otro día de frío y viento. “Bueno, Madrid tiene otras cosas estupendas. Al fin y al cabo, Naira también ha terminado poniendo su negocio aquí. Me pregunto… ¿Qué habrá sido de Óscar?”

Absorto en mis pensamientos me encontraba, cuando percibí una mirada inquisitiva y curiosa detrás de mí. Al volverme reconocí a Julián, compañero de la empresa, que me miraba con aire de sorpresa.

   -Anda, ¿qué estás tú haciendo aquí? Nunca te había visto parando aquí a tomar café.

   -Bueno, la cafetería me quedaba hoy de paso.

   -¿Qué te ha pasado? Tienes mal aspecto.

   -Digamos que no he pasado una buena noche. Si te parece bien nos vemos en un rato y comentamos los últimos avances.

   -Sí, yo salgo para la reunión ahora mismo.

Julián, de repente, desvió por completo mi atención hacia el proyecto que teníamos entre manos y que tediosamente se mantenía enquistado por falta de presupuesto. Entonces, fui consciente de la importancia de la reunión que tenía a primera hora. Si lograba concentrarme en todos los puntos en ir repasándola mientras llegaba a la empresa, no tendría problema en dirigirla y conseguir el propósito de haberla convocado. 


 1360,    03  Feb  2016 ,   Perspectiva Vital por Miriam Cobreros
Miriam Cobreros

Coach Profesional Ejecutivo Certificado

Cerfiticación Oficial AECOP CP40

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