-Los negocios a pie de calle funcionan cuando pasan por delante de la puerta muchas personas. Cuantas más personas pasen por delante, más posibilidades hay de que alguien se interese en tus productos.
Mirando la cafetería pensé, muy bonita pero… tendrá poco éxito como no se pongan las pilas y destinen un tiempo y un dinero a innovar para comercializarla.
Miré alrededor, limpieza, sobriedad, minimalismo, colores templados... Me gusta. Me quedé mirando hacia las mesas situadas a mi izquierda que recibían el sol que se colaba por las cristaleras. Me dirigí a la mesa más soleada y me senté frente a los rayos de sol.
Unos segundos después sentí que alquien se acercaba y me giré. Por el rabillo del ojo pude ver a una mujer de treinta y tantos años, morena con el pelo corto que vestía con una camiseta y unos vaqueros negros. Llevaba un mandil de color café con el logo gris plata de la cafetería que realzaba su espléndida figura.
-Buenos días. ¿Qué desea?
-Hola. Me gustaría tomar un café pero me he dejado la cartera, el abrigo y mi móvil en mi empresa. Trabajo en Celéxion y quería saber si podría dejarle aquí mi reloj a cambio de un café de desayuno muy caliente hasta que venga a pagárselo.
La camarera se me quedó mirando extrañada, posando sus ojos negros fijamente sobre los míos.
-¿Pedro? ¿No sabes quién soy?
Con cara de sorpresa la miré fijamente escrutando en sus rasgos si había algo en ella que me resultase familiar. Grandes ojos negros ligeramente ovalados, pelo liso y abundante, nariz chata…Ummm, espera un momento, esos labios gruesos… y el mentón con ese lunar a la izquierda…
- ¡Cámbate! ¿Eres Naira? ¿Naira de Morro Jable?
-Bueno, no has perdido del todo la memoria…
-Pero ¿qué estás haciendo aquí? No sabía que estabas trabajando en Madrid, te perdí la pista hace años cuando mi madre murió. Ella me ponía al día de todo lo que pasaba en la isla.
-Lo supe y lo sentí mucho. Lo de tu madre me refiero. Los días que pasábamos con ella siempre resultaban divertidos. Mi padre lo pasó francamente mal, ya sabes que estaban muy unidos desde la infancia y… mi padre permaneció toda la vida en secreto enamorado de ella, siempre le gustó.
-Si, creo que todos lo sabíamos pero nos mantuvimos al margen de esa relación platónica. Ella siempre decía que Abián era un buen hombre. En fin Naira, me alegro mucho de verte. Te sienta genial el pelo corto, pareces otra persona… en el buen sentido, claro.
-Gracias Pedro. Bueno, ya ves, al final yo también terminé en Madrid. Quién iba a pensarlo.
Naira miró alrededor, los pocos clientes que estaban en la barra parecían atendidos. Se dirigió a su compañera y le indicó que se encargara ella durante unos minutos y les pusiera un café, y tomó asiento a mi lado.
-Qué buen compañerismo Naira, siempre se te dio bien llevarte con la gente.
-Más bien se trata de que soy su jefa. No creo que se quedase tan conforme y viniese a servirme un café si no fuera por eso.
-¿El negocio es tuyo?
-Si, mío y de mi marido. Hemos realizado una inversión importante aquí y… no está a pie de calle, ya sabes. No va todo lo bien que me gustaría, aunque por las noches está muy concurrido.
-Ah, estás casada. ¿Tienes hijos?
-No me ha dado tiempo aún, nos casamos hace poco y con tanto trabajo no hemos pensado en ello. No me apetece mucho, la verdad. Tampoco me ayuda que mi marido, Alonso, está siempre entre Lisboa y Madrid. Allí tiene también un negocio familiar abierto recientemente con su familia en Queluz.
-¿Tu marido es de allí?
-Bueno, nació en Portugal pero estuvo trabajando en Maspalomas mucho tiempo, también en hostelería, allí nos conocimos. Con el tiempo decía que sentía que le agobiaba sentirse rodeado de mar. Yo también tenía ganas de cambiar pero me resistí a irme a Lisboa. Desde la adolescencia me atrajo la idea de trabajar en Madrid. Pero cuéntame ¿Qué tal estás tu? ¿Cómo está tu mujer?
-Bien, todo bien, también podía estar mejor claro; en el trabajo sobretodo. Tenemos un niño estupendo, se llama Pablo. Lo malo es que con nuestros horarios y distancias de trabajo apenas le vemos. Pasa la mayor parte del tiempo con sus abuelos. Pero no hablemos de eso ahora, dime cómo decidísteis poner justo aquí vuestro negocio.