Me quedé solo de nuevo. Francamente lo necesitaba. Quería un tiempo para mí, para pensar en soledad sin tener un banco de gente a mi alrededor realizando llamadas, ruidos, movimientos, que no me dejaban pararme a pensar ni por un momento. Solo quería eso, un poco de tranquilidad para pensar y reflexionar sobre lo que me estaba ocurriendo.
Otra vez sentí un dolor agudo en mi cabeza, opresión en el pecho, tensión y malestar. Sentía que me faltaba el aire. Inspiraba con fuerza pero no era capaz de hacer llegar el oxígeno a los pulmones. Me agarré con firmeza a ambos lados del labavo, me angustié más. Tengo que salir de aquí ahora, pensé. En esos instantes, no pensaba en salir de los servicios, sino más bien en huir de la empresa y en no regresar más. Conseguí imaginarme en un campo con trigo meciéndose al viento, el sol, la tranquilidad… Me vino entonces cierta sensación interior de paz y felicidad. Deseaba quedarme con esa sensación más tiempo, pero, en ese preciso momento la persona que había entrado en el servicio salió y se dirigió hacia mí con gesto fatigado aunque sonriente y en apariencia cortés.
-¡Hombre Pedro! Hacía mucho tiempo que no te veía por ésta planta. ¿Qué tal te va con el nuevo proyecto?
Me quedé descolocado, sin saber qué decir. ¿Cómo sabía él que yo estaba con un nuevo proyecto?
-Bien, bien, lo siento pero tengo que irme a una reunión. Nos vemos otro día y hablamos ¿vale?
-Claro.
-Muy bien. Dale recuerdos a tu equipo de mi parte.
Salí del servicio y me dirigí dos plantas más arriba. Miré los ascensores pero preferí subir por las escaleras. Al abrir la puerta me quedé asombrado al darme cuenta de que no estaba solo como hace unos años. Ahora más compañeros las utilizaban. Imaginé que sería gracias a esa promoción de salud y bienestar que estaba haciendo la empresa.
Me dirigí a mi mesa con paso firme, intentando evitar miradas para no quedarme enganchado en una conversación, no tenía en ese momento mi cabeza para pensar en nada ni tampoco quería meterme más datos, más presión.
Al llegar a mi mesa ví que me estaban esperando. ¡Vaya! pensé, se me había olvidado lo de la reunión. Me dí la vuelta sin más preámbulos y decidí que me iba a dar una vuelta sin las llaves de mi coche, sin mi cartera y sin mi teléfono móvil.
Cogí de nuevo las escaleras y bajé a toda prisa; quería llegar abajo lo más rápido posible, cuando alcancé el primer piso me di cuenta de que no me había cogido tampoco el abrigo y hacía frío. Sólo pensar que tenía que volver arriba, sólo pensar que tenía que quedarme por más tiempo sin salir a respirar, me hacía sentir angustia. Al llegar frente a los detectores, me quedé por unos segundos bloqueado hasta que percibí la mirada insistente del guardia de seguridad.
-Si, voy a salir, le dije. Gracias.
Asintió con la cabeza y me dedicó una mueca que pretendía ser un asentimiento.
Pasé por el detector y crucé el inmenso hall de entrada que me separaba de la puerta. Las giratorias tenían cola y no podía esperar. Abrí la puerta lateral y un aire gélido me acarició la cara. Salí al exterior y seguí caminando a paso rápido durante al menos quince minutos. Por un momento pensé en mi camisa y mi americana, y sentí que me estaba quedando helado. En una esquina vi una cafetería que nunca antes había visto. La entrada parecía acogedora y decidí acercarme. Al entrar me acordé de que me había dejado la cartera en la empresa pero decidí quedarme, ya improvisaría.