Aurora fue detenida como sospechosa de haber intentado matar a Sofía. Tiempo después se destaparía que Aurora formaba parte de la red de narcotraficantes y que había mantenido una tortuosa relación con Lolo.
Cada uno de los miembros de la red tenía un abrecartas fundido especialmente, el cual simbolizaba su vínculo de unión con la organización. En la parte superior del mismo, se mostraba lo que parecía un ojo que representaba la importancia de estar siempre alerta y en el filo unas muescas simulando dientes de tiburón, recordaban lo que le podría pasar a aquel que traicionase la red.
Alonso y yo nos hicimos buenos amigos. Me ha enseñado buenos trucos para optimizar el tiempo, pistas sobre lenguaje no verbal para utilizar en reuniones, y también a mejorar mi pobres conocimientos de cocina.
Los días que permanecí en Lisboa, mi empresa me facilitó tele-trabajar desde el hospital para avanzar con mi proyecto, al tiempo que mantenía el resto de tareas al día y contacto por teleconferencia con mi equipo.
Hablé con Adriana, mi asesora ejecutiva, mi coach; y tuvimos una reunión online gracias a la cual pude seguir con mis planes de desarrollo tanto personal como profesional. Su perspectiva me hacía ver las cosas de otro color. Siempre que hablo con ella, esto supone para mí un aire fresco que me motiva a seguir esforzándome por mejorar.
Cuando regresamos a Madrid, las agentes de policía vinieron a vernos a casa. Habían descubierto, gracias a las cámaras de seguridad de la piscina, que la persona que había entrado en nuestro piso el día que me visitaron para contarme la desaparición de Sofía, era Jaime. Su nombre real era otro, Hugo García según nos contaron. Se trataba de un personaje peligroso y manipulador. El piso donde vivía era propiedad de su primo Jaime, quien había desaparecido tres años antes. Según Hugo (el falso Jaime), su primo Jaime estaba de viaje en India y le había dejado vivir en el piso. A raíz de la detención de Hugo habían comenzado la investigación para averiguar el paradero de su primo Jaime. Hugo había entrado en mi casa porque yo le había dejado mis llaves para casos de urgencia. Yo le consideraba un amigo fiel y, sinceramente, nada en él me había hecho sospechar. Cuando adquirí perspectiva comencé a darme cuenta de detalles extraños que cuadraban con su recién descubierta personalidad.
Según confesaría Hugo días más tarde a la policía, pasaba todas las tardes un rato en nuestro apartamento, mirando nuestros objetos personales. Le habíamos pillado in fraganti cuando yo cambié mis hábitos y comencé a llegar antes a mi casa; de la que él comenzaba a sentirse en secreto casi dueño.
Al organizarme mejor mis horarios en la empresa, pude disfrutar de mi hijo Pablo diariamente, quien, poco a poco, fue viniendo a dormir a casa también entre semana. Sus abuelos, los padres de Sofía, se buscaron un piso cerca del nuestro para ayudarnos con la integración. Mi relación con Sofía cambió. Al abrir los ojos, regresó mi admiración por ella, por su trabajo y por su personalidad.
Cuando adquirí perspectiva vital recuperé mi vida y comencé a valorar, no sin algunos altibajos, todo lo que tenía y todo lo que podía seguir ganando.