Relatos de Coaching

Capítulo 10. Sin Previo Aviso

Salí de la empresa a las 7 de la tarde. Feliz. Mi horario de salida habitual eran las nueve, con lo que supuso otro gran logro.
Durante el día había conseguido cerrar la reunión con éxito, trasladárselo a mi equipo, celebrarlo, analizar la situación y planificar las acciones inmediatas del proyecto. 

Por ende, realicé tareas pendientes, contesté correos atrasados, efectué unas cuantas llamadas, y destiné más de media hora a la planificación de mi agenda.

En más de una ocasión había pretendido llamar a Sofía, pero no me había sido posible en condiciones de intimidad, de modo que resolví llamarla cuando llegase a casa.

Entré en mi apartamento imaginando que Sofía estaría en Lisboa, en esos momentos aún en su trabajo. La casa se sentía vacía, triste y deprimida. Quizá fuera yo el que al entrar en casa se llenase de un sentimiento de vacío. Un escalofrío recorrió mi cuerpo mientras permanecía inmóvil en el pasillo. Pensando. Sintiendo. Recordando. Un bucle de pensamientos saturó mi entendimiento. Sofía. Amor. Desconfianza. Muerte. Lolo.

En esas circunstancias estaba cuando llamaron a la puerta. Tardé unos segundos en salir del trance en el que me encontraba. Me acerqué a la puerta y atisbé a través de la mirilla para descubrir quién se encontraba al otro lado.

Dos agentes de policía con quienes había estado hablando el día anterior tras la muerte de Lolo, observaban con detenimiento la puerta, adivinando tal vez, que yo me encontraba al otro lado. Abrí sin preámbulos.

   -Señor Baute, disculpe las molestias, pero necesitamos hacerle unas preguntas.

Vacilé por unos instantes. Me comuniqué con una mueca de asombro e incredulidad. Después, al fin, me aparté y les dejé pasar.

   -Claro, pasen. Acerté a decir entre titubeos.

   -¿Iba usted a salir ahora? Veo que tiene las llaves y su cartera en la mano.

   -No, no. Lo cierto es que acababa de entrar por la puerta.

   -Qué raro… Llevábamos un rato esperando fuera.

   -Sí. Bueno, no… Quiero decir que sí… Se disfrazó mi mente con una retahíla de monosílabos inconclusos que salían por mis labios acompañados de divagaciones. Finalicé el espectáculo cerrando la boca por completo al sentir cómo una gota de sudor frío recorría mi sien.

   -¿Le pasa algo? Parece usted pálido.

   -Creo que no me encuentro bien. Pasen al salón, por favor y tomen asiento. Voy a por un poco de agua, ahora vuelvo.

Me dirigí a la cocina, desvaído y tembloroso. Me senté a la mesa y desde allí, me preparé un vaso de agua que tragué con avidez. “Creo que me falta un poco de hidratación y me ha bajado la tensión, hoy ha sido un día muy intenso”, pensé y con esos pensamientos conseguí serenarme.

Me levanté casi repuesto. Tomé dos vasos más del estante y los llevé en una bandeja junto con el agua hacia el salón. “Como hacía mi madre cuando nos traía limonada los días de calor” recordé. Sonreí y me sentí un poco mejor. “Vamos a ver qué es lo que quieren antes de imaginarme cosas que aún no han sucedido”, me dije para animarme un poco.

   -Bien, aquí les traigo un poco de agua para que me acompañen. Creo que me ha dado un bajón de tensión por no beber lo suficiente. He tenido un día muy intenso.

   -Parece que tiene usted que cuidarse un poco más, señor Baute. Le suceden cosas extrañas.

   -He pasado por malos momentos, pero ahora comienzo a encontrarme mejor. En la empresa, al menos, las cosas están empezando a salir bien. Bueno ¿en qué puedo ayudarles?

   -Tenemos que hacerle unas preguntas pero antes es necesario ponerle en situación. Durante un par de horas fue usted sospechoso de haber causado la muerte a Manuel Sousa, pero una compañera suya, Amaya Rodríguez, vio como salía usted del servicio a toda prisa mientras intercambiaba unas palabras con Manuel. También vio cómo Manuel salió detrás de usted y se paró a llamar por el móvil, antes de volver a entrar en el servicio para no salir nunca más. Aunque realmente no fue eso lo que le exoneró definitivamente de la culpa.

   -¿Quieren decir que Manuel fue asesinado?

   -El forense ha determinado que Manuel pudo ser envenenado y la sustancia que le condujo a la muerte, le fue administrada varios días antes de su muerte.  

   -¿Varios días antes de su muerte? ¿Cómo es posible?

   -Se trata de una sustancia tóxica que se encuentra en un hongo, en una seta, muy común en Europa. Ésta sustancia produce un síndrome cuyos efectos y síntomas iniciales son retardados y por eso son letales, puesto que se producen de veinticuatro a cuarenta y ocho horas después de la ingestión, destruyen el hígado y causan problemas que pueden derivar en un fallo cardiaco, como le sucedió a Manolo.

   -Entiendo que han encontrado esa sustancia tóxica en su cuerpo.

   -Así es.

   -Y si es una sustancia que se encuentra en una seta… ¿no pudo haberse intoxicado él mismo?

   -He de informarle que las preguntas aquí las hacemos nosotros, señor Baute.

   -Claro, claro.

   -Pero le puedo aclarar que Manuel no era aficionado a las setas, por antecedentes familiares de alergia a determinados componentes de las mismas. Y se lo puedo decir porque lo sabían sus compañeros, amigos, enemigos y conocidos. Menos usted, parece.

   -Bueno, ¿y qué tengo yo que ver en todo esto?

   -Como le iba contando, señor Baute, lo que le ha exonerado de la culpa finalmente ha sido la resolución del médico forense hace unas pocas horas, y no la declaración de su compañera Amaya. Aunque ayer, nosotros aún no lo sabíamos.

   -Perdone, pero sigo sin saber qué tengo yo que ver en todo esto.

Se produjo un silencio. Las agentes se miraron. Una de ellas habló.

   -Es por su mujer, Sofía.

   -¿Qué pasa con Sofía?


 1279,    18  Jun  2015 ,   Perspectiva Vital por Miriam Cobreros
Miriam Cobreros

Coach Profesional Ejecutivo Certificado

Cerfiticación Oficial AECOP CP40

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